En épocas de crisis en las que todo parece tambalearse, la incertidumbre y el miedo pueblan nuestros sueños. Nuestra confianza en el futuro se resquebraja y miramos hacia el pasado buscando lo conocido, lo que ya ha sido.
Así, casi sin darnos cuenta, nuestra mirada se re-dirige del futuro al pasado. Y esa re-visita nos ofrece nuevos gustos, tendencias que se cuelan en nuestro mundo de forma casi imperceptible.
De la opulencia económica que nos traía gustos minimalistas, sencillos, esenciales hemos ido transitando hacia tendencias barrocas y góticas.
Lo artificial, lo dramático, lo teatral, lo recargado, lo excéntrico, lo impuro y sobretodo, lo efímero, se han ido haciendo presentes en nuestras vidas: cine, publicidad, arquitectura, moda, cocina… nada parece librarse.
De Lady Gaga al trabajo del fotógrafo David Lachapelle, de la Alicia de Tim Burton al gusto por las sillas Luis XV y las lámparas de lágrimas, del vestuario aparecido en las últimas pasarelas internacionales a la tendencia burlesque y el regreso del corsé, todos representan la transición hacia un mestizaje, un eclecticismo impregnado de toques barrocos, del que nada ni nadie se escapa.
Bienvenidos al neo-barroco del siglo XXI.